sábado, 15 de mayo de 2010

Homilía de la fiesta de la Ascensión del Señor (Enviada por D. José lozano)

Día de la Ascensión del Señor -16 de mayo 2010
La fiesta de la Ascensión del Señor es otra manera de celebrar su resurrección, otra forma de expresar que Jesús ha vencido la muerte y vive la misma vida de Dios, que está por encima de todo. Y, al mismo tiempo, esta fiesta, nos da a entender cuál es nuestro destino en el futuro. Jesús que es Dios, pero también ser humano, igual a nosotros, es el primero que participa de la vida de Dios, después iremos nosotros. Vamos caminando por este mundo, estamos muy comprometidos con las realidades que la vida nos ha presentado y nos va presentando, pero nuestro destino no este mundo sino el futuro. Las realidades de este mundo son muy importantes, pero, al mismo tiempo, relativas.
La lectura del libro de las Hechos 1,1-11, nos habla de la última aparición de Jesús a sus discípulos. Les recomienda que permanezcan en Jerusalén hasta que reciban “la promesa del Padre”, el Espíritu Santo. Y, a pesar de que Jesús había muerto y resucitado, vuelven otra vez a preguntarle si era el momento de restaurar la soberanía (política) de Israel. A lo que Jesús contesta que no se preocupen de eso, porque es cosa del Padre. En cambio les dice que recibirán el Espíritu Santo para ser sus testigos en todo Israel y en el mundo entero. Esto mismo les dicen los ángeles: “que no se queden mirando al cielo”. Al subir Jesús al cielo comienza el tiempo del testimonio y de la evangelización. Este es el tiempo en que nosotros vivimos, el del anuncio de la Buena Noticia de Jesucristo, con nuestra vida, estilo de vida, compromiso, para la salvación nuestra y de todo el mundo.
El salmo 46, nos invita a reconocer, nosotros y todos los pueblos, a Dios que está por encima de todo y que gobierna la historia, aunque parezca que no hace nada.
En la segunda lectura, Efesios 1,17-23, (también se puede leer Hebreos 9,24-28; 10,19-23) San Pablo hace una oración para que Dios nos conceda la luz que necesitamos y así podamos comprender la herencia que Dios Padre nos tiene preparada y de la que ya está participando su Hijo Jesús, al que ha hecho cabeza de la Iglesia. Y donde está la cabeza allí estará también el cuerpo. Pablo desea que los cristianos no pierdan la perspectiva y el sentido de su vida, que es la persona y la vida de Cristo, y que, en la vida de los seguidores de Jesús se manifieste, ya en este mundo, esa vida nueva que nos aguarda en el futuro. Esto debe dar una esperanza muy grande, invencible, a la vida de los cristianos, para que no se desengañen nunca de la realidad de este mundo, porque toda esta humanidad que ahora vemos, a pesar de todas sus contradicciones y miserias, participará un día de la misma gloria de Cristo.
Junto con los buenos políticos y con las personas honestas y comprometidas, somos los cristianos los que hemos de transmitir esperanza al mundo en esta “hora baja” de la humanidad, sin desengañarnos nunca y sin tirar jamás la toalla.
En el Evangelio, Lucas 24,46-53, Jesús hace una lectura positiva de su muerte, y la presenta como el comienzo de la liberación le la humanidad. A partir de su muerte y resurrección se, “se ofrecerá a todos los pueblos la conversión y el perdón de los pecados”, y para esto Jesús enviará lo que el Padre ha prometido, El Espíritu Santo.
Como vemos la Ascensión del Señor tiene un fuerte mensaje o carga misionera: “No os quedéis mirando al cielo”, “recibiréis la fuerza de lo alto para ser mis testigos en todo el mundo”,  “anunciaréis la conversión y el perdón de los pecados a todos los pueblos”, “comprender la esperanza a la que Dios nos llama para no decaer nunca en la lucha”.
En esta celebración de la Eucaristía, en el momento más importante, después de la consagración, haremos el compromiso de llevar a todo el mundo la Buena Noticia, el testimonio de Jesús, la liberación que él ha iniciado, entregando su vida y resucitando, diremos todos solemnemente: ANUNCIAMOS TU MUERTE, PROCLAMAMOS TU RESURRECCIÓN, ¡VEN, SEÑOR JESÚS!. Y cuando acabemos esta Eucaristía seremos enviados por Dios, a través del sacerdote, a compartir con todos, lo que creemos y lo que hemos experimentado en nuestro encuentro con Jesús en esta Eucaristía: PODÉIS IR EN PAZ A SER TESTIGOS DE JESÚS RESUCITADO Y A ANUNCIAR A TODOS EL AMOR Y LA MISERICORDIA DE DIOS (la conversión y el perdón de los pecados). No es “podéis ir en paz a pasarlo bien”, sino a ofrecer a todos la experiencia que da sentido a vuestra vida, la esperanza de participar en la vida de Jesús resucitado.
Que la Ascensión del señor, llene nuestra vida de esperanza para comprometernos en seguir construyendo la humanidad que Dios quiere, en un mundo desorientado y lleno de problemas de todo tipo, en el que no se ve otra salida que la continuación del bienestar, aunque una gran parte de la sociedad esté hundida en la precariedad y a penas pueda sobrevivir.
Desde hoy, día de la Ascensión, hasta el próximo domingo, Fiesta de Pentecostés, vamos a permanecer en oración para recibir esa fuerza de lo alto, el Espíritu Santo, y convertirnos en esos testigos que Jesús quiere enviar al mundo continuar y llevar a cabo ese proceso liberador que Jesús ha iniciado con su vida muerte y resurrección.

No hay comentarios:

Publicar un comentario