Otro buen ejercicio de Cuaresma es aceptar tu propio ser, aunque no te gustes en ningún espejo. No es fácil aceptarte como eres y aceptar las circunstancias que te rodean, a veces tan mediocres o tan rutinarias o tan gravosas o tan difíciles. Ésta es la Cuaresma de la vida, que no está reglada por el tiempo litúrgico ni por la disciplina de la Iglesia.
No olvides estas cinco reglas cuaresmales:
Acéptate tal como eres y esfuérzate por ser todo lo que puedas llegar a ser. Acepta también al otro tal como es.
Perdónate y sé tu propio Cireneo. Desecha todo complejo de culpabilidad, que es paralizante. Perdónate y estarás capacitado para perdonar al otro y para perdonarlo todo. Dios es el primero en perdonarte.
Valórate: puede que, a fuerza de querer ser humilde, termines siendo injusto. No eres pura incapacidad. Repasa bien todos los dones que Dios te ha dado. No son para ti, pero te han sido dados. Si tienes fe en ti mismo, tus capacidades se multiplicarán.
No te compares: el comparativo es fuente de inquietudes y tristezas, origina envidias y complejos. El día que renunciemos al comparativo, encontraremos la paz. Piensa que tú eres irrepetible. Has de ser todo lo que estás llamado a ser, pero nunca más o menos que el otro.
Ámate: ámate respetuosa y exigentemente: ámate comprensiva y compasivamente, como Dios mismo te ama. Eso no es pecado, sino virtud. El pecado es no amar.
Si te ejercitas en estos programas de Cuaresma, tendrás claro lo de ayunos y abstinencias.
(Cáritas Española: Hoy... estoy a tu puerta y llamo -cf. Ap 3, 20- Cuaresma y Pascua 2011)