DOMINGO 3º DE PASCUA – 18 de abril de 2010
Conviene que tengamos en cuenta el carácter festivo y alegre del tiempo de Pascua, que se extiende durante siete domingos, y que ha de marcar la vida cristiana en Pascua y fuera de la Pascua.
Las lecturas de este domingo proclaman con fuerza el hecho de la resurrección del Señor, con palabras y obras, ante todas las dificultades de la vida y de la sociedad.
La primera lectura, Hechos 5, 27-32. 40b-41, nos habla de los apóstoles que anuncian la resurrección, con valentía, pese a la prohibición de las autoridades, “porque hay que obedecer a Dios antes que a los hombres” y “salen contentos del Consejo, por haber merecido azotes por el nombre de Jesús”. Parece que el ambiente contrario que tenían, aumenta la valentía de estas personas. Lo tenían clarísimo, en aquella sociedad que era más contraria al cristianismo que la nuestra.
El Salmo 29 canta el apoyo de Dios a toda aquella persona que da la cara por Él, aunque tenga que pasar por dificultades.
La segunda lectura, Apocalipsis 5,11-14, en la línea de la primera lectura, proclama a Jesucristo como centro de la vida y de la historia. Se reconozca o no, él es el centro de la vida de la humanidad, no el dinero, ni el poder, ni el placer, ni las ideas, sino el que ha entregado su vida por la salvación de todos.
El Evangelio, Juan 21,1-19, nos habla de la tercera aparición de Jesús a sus discípulos, a orillas del lago de Tiberíades, cuando estaban pescando, en el trabajo. Jesús se presenta cuando amanecía (Él es la Luz). Con sus esfuerzos no habían cogido nada. Cuando escuchan y ponen en práctica la Palabra de Jesús llenan la red, hasta casi romperse. Cuando salen a tierra, tienen un desayuno preparado. Es Jesús quien invita, como en la Eucaristía. Examina a Pedro sobre el amor (no sobre el Derecho Canónico ni sobre Liturgia, ni sobre otras cuestiones teológicas, aunque después, estas cosas, la Iglesia las creerá necesarias), antes de confiarle el gobierno pastoral de la Iglesia. Y le anuncia que en el futuro, “otro le ceñirá y lo llevará donde él no quiere”, es decir, le dice que tendrá ocasión de dar la vida por él.
En este Evangelio, encontramos algunos detalles importantes de la persona de Jesús: Es una persona cercana que se hace presente en nuestro trabajo y que hace nuestro trabajo fecundo con su Palabra, si la tenemos en cuenta. Convierte nuestro trabajo y lo hace culminar en la Eucaristía (la comida en la orilla). Los discípulos confían plenamente en la Palabra del Señor y llenan la red. Eran 153 peces, la totalidad de especies que, según se creía, había entonces, es decir toda la humanidad. Pedro arrastra la red hacia Jesús. Jesús resucita para atraer hacia sí a toda la humanidad. A pesar de que eran tantos peces no se rompió la red, es decir, en la Iglesia caben todos, no hemos de tener miedo a que la Iglesia se rompa.
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