sábado, 24 de abril de 2010

Homilía 4º Domingo de Pascua ciclo C (por D. José Lozano)

Domingo 4º de Pascua – 25 de abril de 2010
Este domingo de Pascua, en el que se conserva la alegría y el carácter propio de este tiempo, siempre se ha llamado el domingo de “el Buen Pastor”. En él se ha mirado a Jesús como la persona que acompaña a cada cristiano y a toda la Iglesia en todos los momentos de la vida y a través de todos los siglos, como un pastor acompaña  y se preocupa por la vida de sus ovejas. Jesús ha resucitado para acompañarnos y caminar con nosotros. Cristiano es el que se siente acompañado y apoyado, en todo momento, por Jesús resucitado. Y, al contemplar al único Pastor de la Iglesia y de la humanidad, la comunidad cristiana, se ha fijado en los que desempeñan las tareas pastorales en la Iglesia, los sacerdotes, los párrocos, los obispos y el Papa. Ha sido un día de oración y de apoyo a los que desempeñan este servicio en la comunidad cristiana.
Pero además de esto, al leer la Palabra de Dios, en este domingo, nos damos cuenta de los objetivos de este Pastor. Jesús ha venido a este mundo para reunir a toda la humanidad en una sola familia, para hacer, de toda la especie humana, un solo rebaño bajo un solo pastor. Todos los domingos y todo el tiempo de Pascua, tienen este carácter misionero. Jesús no es el Salvador de una nación o de un sector de la humanidad, sino del mundo entero.
Jesús resucita para acompañarnos y también para enviarnos a todos, a anunciar el Evangelio a toda la humanidad. Cristiano es el que participa de la misión pastoral y evangelizadora de Jesucristo, con sus palabras y sobre todo con su compromiso y con su vida.
Así vemos en la primera lectura, Hechos 13,14. 43-52, a Pablo anunciando el Evangelio de Jesús a todos, a judíos y a paganos o gentiles. Y, al anunciar el Evangelio, encuentra la oposición de muchas personas, que lo tomaban por loco o por hereje. Las dificultades que encuentran el anuncio del Evangelio y la transmisión de la fe cristiana, en nuestra sociedad, son las mismas que ha encontrado siempre. Son las mismas dificultades que encontró Jesús, desde el principio de su vida pública. El anuncio del Evangelio, si ha sido el verdadero Evangelio de Jesús, siempre ha encontrado oposición y dificultades.
Si el Evangelio es un mensaje de amor, ha de chocar con los intereses y con la organización de este mundo que está, la mayor parte de las veces, al margen del amor y en contra del Plan de Dios. El anuncio del Evangelio es una denuncia de la estructura de este mundo que deja a tantas personas sin trabajo y muriéndose de hambre.
En el salmo 99, la comunidad cristiana se reconoce como reunida y acompañada por el Señor, una comunidad, un pueblo que ha sido creado por él y que a él le pertenece, y que en todo momento reconoce y agradece el apoyo y la fidelidad de Dios. La comunidad cristiana confía sólo en Dios.
La segunda lectura, Apocalipsis 7,9. 14-17., nos habla de una multitud reunida por el Pastor que, al mismo tiempo es cordero que da la vida por el rebaño, formada por personas de toda raza, lengua y nación; y que vienen de la gran tribulación, es decir, que para pertenecer a esa comunidad, han tenido que pasar por el sufrimiento y la persecución, han tenido que optar en medio de dificultades. De nuevo vemos la misión del resucitado: reunir a toda la humanidad, a las personas de todas las razas y de todas las naciones, hacer una comunidad universal en la que caben todos, enjugar las lágrimas de la humanidad y conducirla a las fuentes de aguas vivas. Jesús se presenta como respuesta a los deseos y necesidades profundas de todos los seres humanos.
En el Evangelio, Juan 10,27-30, Jesús dice que conoce a sus ovejas y que éstas le escuchan. Hay una unión y comunicación total entre Jesús y sus seguidores, hasta el punto que él les transmite su vida, y nadie las pondrá en peligro. Jesús es el modelo de todos los líderes (especialmente los que están al frente de la Iglesia), y de toda persona que tiene una responsabilidad de gobierno, desde la familia hasta el estado.
En el Evangelio, donde escuchamos las palabras de Jesús, aparece siempre lo más profundo de la identidad cristiana. Ser cristiano consiste en vivir una total unión con Jesús hasta el punto de experimentar en nosotros su propia vida, como la rama  unida al tronco del árbol, como el sarmiento unido a la vid. Esta unión se manifiesta escuchándole, comprendiéndole, siguiéndole,  reproduciendo, desde dentro de nosotros, su propio estilo de vida. Tan fuerte es la unión del cristiano con Jesús que nada ni nadie puede separarlo de él, y que nos hace a cada uno como otro cristo, cuando nos entregamos de verdad a vivir su propia vida.  
Esta unión del cristiano con su Pastor y su Guía, se realiza en la celebración y comunión eucarística que ahora celebramos, en el compartir los bienes y la vida con los hermanos necesitados (ahora tan urgente para solidarizarnos con los parados) y en la escucha y meditación de su Palabra en las Sagradas Escrituras y en la oración. Estas tres cosas, son tres aspectos de la misma unión con Jesús que no podemos separar.

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