lunes, 22 de marzo de 2010

El martes 23 de marzo a partir de las 19'30 h: Confesiones



Examen de conciencia para confesarnos...
Queremos revisar nuestra vida, renovar nuestra vida, renovar nuestra justicia y pedir perdón, celebrando así la misericordia de Dios. Por eso, decimos con sinceridad...

He pecado mucho de pensamiento 
Nuestra mente siempre está trabajando, pero depende de nosotros si tenemos pensamientos creativos u ociosos...
¿Cuántas veces pensamos una cosa pero decimos o hacemos otra...?
¿Cuántas veces con el pensamiento, ofendemos a Dios y al prójimo, aunque externamente no aparentemos nada..?
¿Cuántas veces juzgamos mal?
¿Cuántas veces perdemos el tiempo por estar pensando en tantas cosas que no nos llevan a nada bueno, sino por el contrario, nos incitan al mal...?
Por eso, pensemos en silencio para sentir verdadero arrepentimiento y poder decir con todo el corazón: “Perdóname, Dios bueno y misericordioso, porque he pecado mucho de pensamiento”.

He pecado mucho de palabra...
Pensemos en las malas palabras, dichas, sobre todo, con coraje y odio, con el fin de insultar o herir a los demás...
Pensemos en las críticas, las murmuraciones y los juicios destructivos que hacemos de los demás...
Pensemos en tantas conversaciones inútiles...
Pensemos en las mentiras y excusas que inventamos...

En fin, pensemos en silencio en todo lo que pecamos a través de nuestras palabras, para sentir verdadero arrepentimiento y decir de todo corazón: “Perdóname, Dios bueno y misericordioso, porque he pecado mucho de palabra”

He pecado mucho de obra 
Todas nuestras obras que van contra el amor a Dios y al prójimo, son los pecados de los que tenemos que arrepentirnos:
Las envidias y los egoísmos...
El rencor y la venganza...
El no cumplir con nuestras obligaciones ...
Las infidelidades a los compromisos contraídos...
Todas nuestras obras contra la justicia, contra la caridad... 
Y tantas cosas que hacemos y ofenden a Dios a los hermanos....
Por eso, entremos en nuestra conciencia, revisemos nuestras actitudes y nuestros hechos, para arrepentirnos y decir con todo el corazón: “Perdóname, Dios bueno y misericordioso, porque he pecado mucho de obra”

He pecado mucho de omisión...
“Yo no mato, ni robo, ni le hago mal a nadie...” solemos decir. Pero debemos también preguntarnos: Y el bien que pude haber hecho... ¿por qué no lo hice?
Esa palabra de aliento que no dije...
Ese consejo que no di por vergüenza o por miedo...
Esa vez que me callé y no defendí a alguien ante una situación de injusticia...
Esas veces que no quise comprender a los demás, ni escucharlos, ni ayudarlos...
Esas buenas obras que dejé de hacer por comodidad...
Ese buen ejemplo que no di...
Todas esas veces que “pude” pero “no quise”...

Pensemos, pues, en serio, en todo el bien que he dejado de hacer. Sintamos verdadero arrepentimiento y digamos con todo nuestro corazón: “Perdóname, Dios bueno y misericordioso, porque he pecado mucho de omisión”...

Recemos ahora el “Yo confieso” con plena conciencia...
Yo confieso ante Dios todopoderoso
y ante vosotros, hermanos,
que he pecado mucho
de pensamiento, palabra, obra y omisión.
Por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa.
Por eso ruego a santa María, siempre Virgen,
a los ángeles, a los santos
y a vosotros, hermanos,
que intercedáis por mí ante Dios, nuestro Señor.



Plegaria de perdón: Mirando con fe y con amor a Cristo crucificado, pedimos perdón por todos nuestros fallos:

Todos: Oh Señor, escucha y ten piedad. 
Por todo aquello que pude hacer y no hice.
Por las palabras que callé por pudor, por temor o por el qué dirán...
Por los besos que no di y el cariño que callé.
Por el trabajo mediocre que hice sin ilusión.
Por los días grises que he vivido sin disfrutarlos.
Por no interesarme bastante por los demás.
Por ir deprisa y no ver al hermano.
Por no escuchar al otro, por estar lleno de mí.
Por no acoger a los que me eran molestos.
Por juzgar con dureza los fallos ajenos.
Por quejarme en exceso y amargar la vida a los que están a mi lado.
Por mis egoísmos, que me hicieron aislarme y pensar sólo en mí mismo.
Por mis adiciones que sólo tú conoces.
Por mi mediocridad para vivir mi amistad contigo.
Por no construir una iglesia más a tu estilo.
Por tener un corazón raquítico.
Y por miles de cosas más, Señor, te pido perdón a ti y, sobre todo, a todos mis hermanos que eran los que me necesitaban.

 Míranos, Jesús, y sálvanos con tu mirada. Tú, que moriste por nuestros pecados, haznos vivir en el amor.

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