TERCER DIA
Por la señal de la santa Cruz...
TERCER DOLOR. La Virgen María pierde a su Hijo Santísimo.
Los padres de Jesús iban todos los años a Jerusalén para la fiesta de la Pascua, y cuando cumplió doce años, fue también con ellos para cumplir este precepto. Al terminar los días de las fiesta, mientras ellos regresaban el niño Jesús se quedó en Jerusalén sin que José lo supiera, ni tampoco su madre, creyendo que se hallaba en el grupo de los que partían, caminaron todo un día y después se pusieron a buscarlo entre todos sus parientes y conocidos. Pero, como no lo hallaron, prosiguiendo su búsqueda volvieron a Jerusalén. Después de tres días lo hallaron en el Templo, sentado en medio de los maestros de la ley, escuchándolos y haciéndoles preguntas. Todos los que lo oían quedaban asombrados de su inteligencia y de sus respuestas. Al encontrarlo se emocionaron mucho y su madre le dijo: Hijo, ¿por qué te has comportado así?, tu padre y yo te buscábamos muy preocupados. El les contestó: ¿Por qué me buscábais?, ¿No sabíais que tengo que estar donde mi padre?. Pero ellos no comprendieron lo que les acababa de decir. Volvió con ellos a Nazaret, donde vivió obedeciéndoles. Su madre guardaba fielmente en su corazón todos esos recuerdos. (Lucas 2, 41-51).
REFLEXIÓN. Ese viaje era importante para Jesús: era día de su entrada oficial a la vida religiosa de su pueblo. El viaje de Nazaret a Jerusalén solía hacerse en cuatro jornadas y todo el trayecto tenía un estilo de procesión litúrgica. Era una verdadera peregrinación. Para la Pascua acudían a Jerusalén miles de palestinos con el fin de celebrarla en el templo. Jerusalén era por esos días un hormiguero en fiesta. Jesús por primera vez veía a un sacerdote del templo sacrificar el cordero pascual y ofrecerlo a su padre en el altar. Es posible que Jesús pensara que dentro de poco tiempo él sería el cordero sacrificado por los pecados del mundo y su alma se llenó de ansiedad, se sintió golpeado y por eso "quiso enterarse de todo, preguntar y conocer y tratar de llegar hasta el fondo de aquel mundo misterioso. Su pérdida en el templo no fue pues una casualidad ni una aventura. Jesús a los doce años no es un chiquillo que se pierde entre el gentío, es, por el contrario, el muchacho ávido de encontrar respuestas a las preguntas que le arden el alma" (José Luis Martín Descalzo). Sus padres, José y María de regreso a Nazaret, al enterarse que su hijo no iba en la caravana se confundieron mucho y no encontraban explicación de su desaparición. Regresaron a Jerusalén con el alma destrozada y a los tres días lo encontraron en medio de los doctores de la ley. Durante esos tres días de búsqueda, María sufrió mucho al no encontrarlo pero fue mayor su dolor ante la respuesta misteriosa y desconcertante de su hijo: "¿por qué me buscabais? ¿no sabiais que tengo que estar donde mi padre?. José y María sabían perfectamente que el padre natural de su hijo era Dios y a lo mejor pensaron que ya iba a empezar la tarea que sería la salvación y ruina de muchos y una espada para ellos. María revivió en su alma las profecías de Simeón y de Isaías y por eso sufrió muchísimo (Lucas 2, 41-51; Isaías 53, 1-10).
En esta época hay muchos niños y jóvenes desaparecidos y madres inconsolables que lloran su ausencia. También hay algunos jóvenes que han perdido el rumbo de su existencia y se han alejado o están en camino de alejarse y perderse para Dios. Es deber de los padres y maestros estar solícitos para enderezar el rumbo de sus hijos y alumnos con sus consejos y ejemplos. Que Nuestra Señora de los Dolores fortalezca a las madres que han experimentado la dolorosa desaparición de sus hijos y que ilumine a las que se esfuerzan por enderezar el camino de los que se encuentran extraviados.
Meditación en silencio.
Propósito: Ser solidario con las madres de hijos desaparecidos.
Súplica: Por el dolor que sentiste la vez que en Jerusalén, al niño Jesús perdiste y en tres días no lo viste, no lo pierda yo también. Por las madres que han experimentado la dolorosa desaparición de sus hijos. Nuestra Señora de los Dolores, intercede por ellas. (Padrenuestro y Ave María).
Oración final, (como el primer día).
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